Éste es uno de esos posts de los que se resisten a caer en el cajón de los posibles. Iba a ser el protagonista de la semana pasada, y mira tú que aquí está otra vez.
La verdad es que la cosa fue fácil. Bastó con acudir a casa de mis padres para degustar esa rara especie que es un pescado fresco (pero al horno), en mi plato. El caso es que al poco de llegar, a mi madre le faltaron segundos para abrir la nevera y regalarme la mejor de sus sonrisas acompañada de una lata de refresco que llevaba mi nombre.