Archivo | diciembre, 2012

Oferta de trabajo para inocentes

28 Dic

Estamos en el día que estamos y uno busca en los medios aquellas noticias que huelan a muñecote blanco recortado a grande trazos.

Leyendo elpais.es, creí encontrar la candidata del día… pero para mí sorpresa, aún sigo buscando el giro a esta noticia:

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/27/actualidad/1356626434_653365.html

¡Pagar para trabajar!

Más allá de la repugnancia que puedan suscitarme hechos como estos, amén de perlas que exudan prepotencia («Si hubiera 20 como yo en España se acabaría el paro»), me quedo con la estrechez de miras de este genio gestor.

Estando de acuerdo en la base de buscar gente con ganas, «preparada, volcada y que luche por esto», me parece increíble que para demostrarlo haya que pagar 190€. Además de toda la publicidad negativa que esto supone, el creer que el dinero es la mejor alternativa para demostrar el compromiso de los posibles candidatos, transmite unos valores contrarios a lo que se supone un profesional con vocación.

Un profesional con vocación hablará de métodos de enseñanza nuevos y participativos, de programas de formación activa para el profesorado, de la creación de programas basados en valores y principios universales, de una escuela que cree comunidad… Y luego quizá de dinero. Porque un profesional espera cobrar por su trabajo. Vocaciones aparte.

Y este genio gestor zombie pide un tributo a modo de entrada para el puesto. Como si no hubieran otras opciones para demostrar el compromiso ¿Qué tal solicitar propuestas concretas a los candidatos? ¿O que explicaran de una forma creativa lo que esperan de la enseñanza? ¿O incluso un vídeo en el que sus alumnos hablen del profesor?

Reducir las ganas, la motivación y los sueños a dinero me parece algo sucio y mezquino. Un simplismo prepotente fruto de un modelo de gestión más cerca de los gremios del medievo que del S.XXI.

Seguiremos las evoluciones del proceso, a uno le dan ganas de enviar su CV, sí. Pero como coach, para llevar a cabo un programa de cambio integral basado en valores y principios sostenibles con el ser humano.

No hubo fin del mundo, ¡pero qué ganas!

26 Dic

Casi sin darnos cuenta ya hemos pasado la Navidad propiamente dicha y tengo la sensación de que he estado de más de celebración del no-fin del mundo que de otra cosa. Papá Noel ha pasado de puntillas aunque, si bien es cierto que no dejó muchas cosas, también lo es que no se llevó nada. Bastante de agradecer viendo cómo están las cosas.

El caso es que me sigue llamando la atención que mucha gente tuviera auténticas ganas de que llegara el fin del mundo. Quizá en forma de meteorito arrasador. O extraterrestres exterminadores entonando el son de paz. O un virus letal. O un virus letal que nos convirtiera en zombies. Quizá el retorno de monos cabalgando megadinosaurios precedidos de un sinfín de desastres naturales cataclísmicos. Y, por qué no, el Apocalipsis Bíblico…

No sé, algo.

Hay ganas de cambio, ganas de dar oportunidad a algo nuevo sin la lacra del presente o del pasado. Todo fin supone un principio para algo o alguien. Una catarsis que nos permitiera hacer borrón y cuenta nueva, al menos sentirnos realmente vivos por sobrevivir, que cada minuto contara, que nuestros corazones volvieran a conectarse con una realidad que fuera más allá de la hipoteca.

Aunque fuera por unos momentos, horas, días… aún a riesgo de empeñar nuestra propia vida en ello. Por ese algo más grande que nosotros mismos.

Yo, si tuviera un botón rojo con gigantesca advertencia que rezara «Ojo, no apretar: FIN DEL MUNDO», lo apretaría. Y varias veces, por si acaso. Que tiemble Pedro Jota.

A veces nos olvidamos que podemos inventarnos un nuevo princpio cuando nosotros queremos, yo pulso el botón por una realidad que nos permitiera sentirnos más grandes que nuestra cuenta corriente,

Lector el que lo lea

18 Dic

Llevo un tiempo queriendo hacer esto. Escribir negro sobre blanco. O gris más bien. Tenía mucho que decir a las excusas y frenos que me alejaban del ordenador y del teclado, lo cual a su vez me alejaba más del ordenador y del teclado. El caso es que no sé si tendré mucho o poco que decir, pero hoy he decidido dejar de hablar con mis excusas y simplemente empezar a teclear. Empezar por darme la bienvenida a mi propio blog y pulsar «Enter» sin más.

Empezar a disfrutar de algo puede ser tan sencillo como darte permiso a ti mismo con un «¡Bienvenido Diego, éste es tu blog!».

Y también el tuyo.

Lector el que lo lea.